Pregunta: La humanidad está atravesando un tiempo de profunda crisis, en muchas partes del mundo, en nombre de Dios, o del dios que llamamos dinero, hay muchas guerras y se están cometiendo muchos genocidios. En países en desarrollo, millones de niños mueren de hambre cada año. Y éstos son tan sólo algunos de los muchos temas dramáticos que hoy afronta la humanidad. ¿Cuál es la diferencia entre este actual período de crisis y todos los otros terribles tiempos de crisis que la humanidad afrontó en el pasado?
Ésta es una larga pregunta, de modo que la responderé parte por parte…
Primero, tomemos las guerras religiosas o las guerras que se llevan a cabo en nombre de Dios a causa de la ignorancia de la humanidad. La gracia de Dios es muy poderosa. Cuando una persona piensa en sí misma, entonces el egoísmo la domina. Cuando una persona que debería estar pensando en la espiritualidad en algún momento empieza a pensar en sí misma, entonces el egoísmo la domina. Se torna muy estrecha de mente y quiere mostrar al mundo lo importante que él o ella es. Tales personas quieren publicitarse al mundo, mostrarles a todos cuán ricas son y cosas así. Un ser humano no debe tener esos pensamientos egocéntricos. A veces se puede ver este tipo de actitud también en líderes espirituales. Cuando existen tales pensamientos, entonces definitivamente surgen separaciones de casta, religión, idioma, etc. La forma de poner fin a todo esto es enfocar nuestros pensamientos sólo en Dios y en nada más que Dios.
Luego, hay cientos de miles de niños y adultos muriendo de hambre en muchas partes del mundo. Estáis pensando en niños, pero hay también muchas especies de plantas y animales que se están destruyendo en este mundo. Hay una gran destrucción actualmente en este mundo. Nos preocupamos por la destrucción de la vida humana, pero tantos otros seres están muriendo también. Esta destrucción empezó hace mucho tiempo. Dios no es responsable de esta destrucción. Sucede porque la humanidad ha perdido su sentido de unidad, el sentido de caridad y de compartir. La gente dibuja un círculo a su alrededor… mi país, mi pueblo, mi religión, mi casta, mi credo, y demás. Se ha olvidado que todos somos parte de la misma Tierra. Se olvidan que todos vivimos en el mismo planeta. Cualesquiera sean las diferencias que hay, se olvidan que todos vivimos dentro de un círculo; y en cambio, cada uno define su propio círculo. Es posible resolver estos problemas, detener las hambrunas, poner fin a todas estas dificultades, pero la gente no quiere esta libertad. Ésta es mi opinión. Son únicamente las personas comunes y corrientes, la gente con amor en sus corazones las que se perturban por esto y que desean resolver estos problemas, y no los políticos que dirigen los países de este mundo. En tanto los líderes de las naciones no abran sus mentes y sus corazones a estas cuestiones, los problemas permanecerán.
No digáis que Dios es quien puede resolver todos estos problemas. Antes de que pueda ocurrir algo con la gracia de Dios, primero debe haber unidad y esta unidad no está presente. Sólo pensamos en nosotros mismos—mi trabajo, mi ingreso, mi vida—nunca pensamos en desarrollar nuestro país. Sólo hablamos de desarrollar el país, hablamos como si nos interesásemos en nuestro país y los que lo gobiernan hablan como si estuvieran interesados en el desarrollo del país. Quienes están en el poder podrían hallar soluciones a estos problemas, pero dado que tienen todo el poder y los recursos que podrían querer, no les importa realmente hacer eso. Esto se debe a que no abren sus mentes y sus corazones para ver.
Si comparamos la crisis actual con crisis previas, podemos decir que aquéllos que regían los países en otros tiempos eran políticos con corazón. Ellos seguían la voz de sus conciencias. Tenían un temor saludable a sus conciencias. Respetaban y se interesaban por la humanidad. Llegaron al poder con el sentimiento que debían hacer algo por su país. Querían desarrollar su país y tenían compasión por la gente. No estaban interesados en simplemente amasar riqueza para sí mismos. Éste no era su objetivo. Su principal interés no estaba en pensar en sus propias familias y parientes. Ellos tenían devoción a Dios; eran personas que repetían el nombre de Dios. Aun aquéllos que no creían en Dios, por lo menos creían en la voz de sus conciencias. Las personas respetaban al menos una de estas dos cosas. Por lo tanto, el mundo en aquellos días no afrontaba tales problemas. (…)